martes, 19 de febrero de 2013

Hombre y lenguaje


Si hay algo que marca la diferencia entre los hombres y los animales, es sin duda el lenguaje. Desde tiempos memoriales se ha planteado la cuestión del origen del lenguaje y su participación en el pensamiento humano y su desarrollo dentro de una sociedad. Aristóteles fue de las primeras personas en plantear la existencia de un logos en el humano, es decir; de la razón, del pensamiento y más cercanamente, del lenguaje, que nos hace capaces de representar al mundo objetivamente y comunicarnos mediante signos, que son las palabras. Pensamos dentro del lenguaje, el lenguaje es el medio que utilizamos para comunicarnos con nuestro entorno, a partir de él aprendemos a conocernos a nosotros mismos y a reconocer el ambiente que nos rodea conforme vamos aprendiendo a hablar.
Cuando nos comunicamos, no somos conscientes de nuestro lenguaje, en este proceso se presentan principalmente tres elementos: a) El auto-olvido, b) La ausencia del yo, y c) La universalidad del lenguaje
El auto-olvido: se refiere a la propia estructura del lenguaje, a su gramática y sintaxis. Su verdadero sentido consiste en algo “dicho”. Esto es que cuando hablamos, no estamos conscientes de nuestro lenguaje, ni de su gramática ni como está conformado, de nada absolutamente nada. Solo lo utilizamos y hablamos conforme lo necesitamos pero en ningún instante estamos al pendiente de si estructuramos bien determinada frase o no.
La ausencia del yo: Cuando hablamos, no hablamos solos, hablar significa que podemos comunicarnos y esto incluye a más individuos que nosotros mismos, porque la realidad del lenguaje consiste en establecer un diálogo. Así la palabra expresada por nosotros va dirigida a un interlocutor, esto es, que el habla no pertenece al “yo”, sino al “nosotros”.
La universalidad del lenguaje: El lenguaje esta en todo lo que rodea al hombre, desde el momento de ir conociendo el entorno a través de nuestra interpretación lingüística establecemos un diálogo infinito, que si alguna vez llega a ser interrumpido no termina, solo da pauta a una referencia interna de su reanudación. Es un constante preguntar y responder que se entrelazan por “lo dicho” y nos remite a lo “no dicho”, siempre se alude a algo y hay una motivación de por medio en cada respuesta emitida en el diálogo.
Así, vemos que el centro motor del ser humano es sin duda el lenguaje, con él somos capaces de convivir con los demás, de entender y comprender el mundo, sin duda alguna es imprescindible para la vida humana.


Referencia:

GADAMER, Hans-Georg, VERDAD Y MÉTODO II, Salamanca, Ediciones Sígueme, pp. 145-152.

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